AMAZONAS

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sábado, 25 de enero de 2014

Cuentos del Amazonas

EL ORIGEN DEL AMAZONAS


Hace muchísimos años había muy poca agua en la selva, pues todavía no existían los ríos, ni los arroyos, ni las lagunas y apenas llovía.
Por aquel entonces vivian en la selva dos hermanos mellizos con sus abuelos. El único que sabía de dónde extraer el agua era el abuelo pero a nadie le decía.
Todas las mañanas el abuelo les hacía cargar cántaros llenos de agua hasta la casa para que la abuelita pudiese cocinar. Pero un día cansados de cargar agua, los mellizos decidieron averiguar de dónde la sacaba el abuelo.
El mayor de los hermanos se convirtió en picaflor y siguió al abuelo cuando se fue a bañar. Vio entonces que un gran chorro de agua salía de un árbol muy frondoso llamado lupuna. ¡Por fin había descubierto el secreto del abuelo!
Entonces los hermanos reunieron a todos los animales de la selva para que los ayudasen a cortar el árbol.
Todos aceptaron, y después de un día de trabajo, cuando faltaba muy poco para que la lupuna cayese a tierra, decidieron ir a descansar. Pero a la mañana siguiente encontraron el árbol sano y entero.
El segundo y tercer día sucedió lo mismo. El árbol siempre aparecía entero al amanecer, como si no le hubiesen hecho nada.
Entonces, cuando otra vez el árbol estaba casi talado, el menor de los hermanos se convirtió en alacrán y picó al abuelo en el dedo gordo del pie.
El inmenso árbol cayó al suelo y toda la selva retumbó.
El agua empezó a brotar en grandes cantidades, y el tronco del árbol se convirtió en un gran río. Sus numerosas ramas se transformaron en sus afluentes, quebradas y riachuelos. Las hojas y las espinas se convirtieron en diferentes peces, que actualmente viven en ríos de la selva.
Y así dicen que nació el río más caudaloso del mundo y el más largo de América: el gran rio Amazonas.


LEYENDA DEL DELFÍN ROSADO
En los ríos de la selva amazónica suele presentarse a los pescadores nativos y a los forasteros, el espíritu de una misteriosa y bella mujer que atrae y encandila con su canto. Pero su presencia aturde, porque en realidad es un animal.
Cuenta la leyenda que una bella joven llamada Yarina se embelesó con un amor prohibido; por eso, desolada, se entregó al demonio del río recibiendo la maldición de cantar eternamente y de capturar a las almas de los incautos. Desde entonces, suele enloquecer al hombre presentándose como una atractiva mujer, que en realidad es el delfín rosado.
MITO DEL AMAZONAS 
Hace mucho tiempo, el Sol se enamoró de una bella mujer. Poco después nació el hijo de esta unión, que recibió el nombre de Yaruparí.
El niño fue separado de su madre por consejo de los Payés o sabios.
Ellos sabían qué era lo mejor para el niño. Fue así como creció entre los hombres aprendiendo los ritos más importantes. Pasó el tiempo, él llegó a ser un hombre adulto, volvió a su tribu y le convirtieron en su jefe, en una ceremonia en la que le entregaron una piedra cilíndrica, símbolo del poder. Yaruparí comenzó a gobernar, su primera labor fue organizar a la comunidad y asignar las tareas de los hombres y de las mujeres. Estas tareas no permitían que se mezclaran los hombres y las mujeres. Cada grupo debía realizarlas de manera independiente.
Cuando Yaruparí se reunía con el pueblo, encabezaba todos los ritos, pero las mujeres no tenían derecho a conocer los secretos de cada ceremonia.
Un día, las mujeres decidieron observar en secreto el rito. Yaruparí se dio cuenta y decidió castigarlas; además, se encerró en una casa de piedra que él mismo construyó para que no lo vieran.
También decidió castigar a los hombres por el error que cometieron las mujeres. Fue entonces cuando los hombres y las mujeres sintieron que tenían que unirse y dialogar para evitar sufrir más injusticias, y castigaron al jefe Yaruparí.
Yaruparí murió quemado con hojas de Iguá, que era lo único que le podía hacer daño. Pasaron los días y de sus restos comenzaron a salir luces de distintos colores que volaban en todas las direcciones, eran los espíritus malignos que se posesionaron en los corazones de los hombres del pueblo. A partir de este momento ellos, otra vez, decidieron separarse de las mujeres.
La primera muestra de su separación fue elaborar, en secreto, instrumentos musicales de huesos, en especial flautas, que sólo podían tocar ellos y no ellas.
Un día, las mujeres decidieron tomar los instrumentos y aprendieron a tocarlos sin ayuda alguna.
Poco a poco, asumieron el poder e impusieron a los hombres hacer las tareas que estaban determinadas sólo para ellas y, lo más curioso, ellos debían cumplir una de las funciones biológicas específicas de las mujeres.
Los hombres pensaron que lo mejor sería dialogar otra vez con las mujeres y llegar a un acuerdo.
A partir de ese momento, tanto las mujeres como los hombres tuvieron los mismos derechos y también las mismas responsabilidades.
Volvió la armonía, hombres y mujeres tocaban la flauta y nació un pueblo diferente, alegre, tranquilo y justo.

AYAYMAMA
 
Hace muchos siglos, en la espesura de la selva, en los márgenes de un afluente del río Napo, que desemboca en el Amazonas, existía la tribu Secoya, del cacique Coranke. Los indígenas de esa zona vivían en cabañas de tallos de palmeras, techados con hojas de la misma planta.

El cacique Coranke tenía una hermosa esposa llamada Nara y una hijita, a quienes amaba con toda el alma. El era un hombre muy valiente y fuerte, continuamente estaba en la selva cazando y guerreando. Tenía una puntería extraordinaria, donde ponía el ojo clavaba la flecha.

Nara era muy trabajadora, su cabellera lucía la negrura del ala del paujil y su piel la suavidad del cedro pulido. Era experta en hacer túnicas y mantas de hilo de algodón, conocía el arte de trenzar hamacas, modelaba ollas y cántaros de arcilla. Cultivaba maíz, yuca y plátanos en una chacra cerca a su cabaña.
Su hijita muy pequeña tenía la belleza de Nara, era una hermosa flor de la selva.

El genio maligno de la selva, el Chullachaqui, con figura de hombre, pero con un pie humano y una pata de cabra, era el azote de los indígenas y de los cazadores blancos que se internaban en la selva para extraer el caucho o para cazar lagartos y anacondas, de los cuales aprovechaban sus pieles. Los cazadores eran ahogados por el Chullachaqui en las lagunas o ríos, o también los extraviaba en la selva y los hacía atacar por medio de las fieras salvajes.

Un día, el genio malo paso cerca de la casa de Coranke y al ver a Nara se enamoro de ella, y se convirtió en pájaro. Con esta apariencia pudo estar cerca a su amada; pero pronto se canso de esta situación, entonces se internó en la selva mato a un indígena para quitarle su túnica con la cual se vistió, ésta le cubría todo el cuerpo. Luego a un niño le quito su canoa y se dirigió a la aldea de Coranke. Al ver a Nara le declaro su amor, pero ella no lo acepto porque amaba a su esposo; Chullachaqui le rogo y le lloro pero ella no cedió, todo cabizbajo se retiro a su canoa y se perdió en las aguas del río.

Nara observo que una de las huellas de la pisada del hombre era la de una cabra y por eso se dio cuenta que se trataba del Chullachaqui, sin embargo le oculto lo ocurrido a su esposo.

Después de seis meses se apareció en la aldea un hombre adinerado, vestía una lujosa túnica, tenia adornada la cabeza con vistosas plumas y con grandes collares en el cuello, fue con dirección a la cabaña de Nara. Al verla le declaró su amor y le ofreció mil regalos, diciéndole: "Ven conmigo y todo será tuyo". En una mano el maligno tenía un guacamayo blanco y en la otra un paujil.


Nara sigilosamente había observado las huellas de este personaje y se dio cuenta de que se trataba de Chullachaqui. Serena le respondió: "Veo que eres poderoso, pero por nada del mundo dejaré a Coranke".

El Chullachaqui furioso dió un grito y salió la anaconda del río; dio otro grito y apareció el jaguar del bosque.

- ¿Ves? - le dijo el maligno - yo mando en toda la selva, todos los animales me obedecen, te matare si no vienes conmigo. - No me importa - respondió Nara.
- Mataré al cacique Coranke.
- El preferiría morir – replicó Nara.
- Te podría llevar a la fuerza ahora, pero serias infeliz conmigo. Volveré dentro de seis meses y si te rehúsa te mandaré un castigo más grande.

El Chullachaqui se retiró con sus dos animales, sus regalos y se subió a la canoa, navegando río abajo.

Cuando regresó Coranke de la cacería, Nara le contó lo sucedido. Este decidió permanecer en su casa hasta el regreso de Chullachaqui. Coranke templó un arco y comenzó a rondar por los alrededores de la cabaña.

Pasados otros seis meses el malvado se apareció intempestivamente le dijo a Nara:
"Ven conmigo, es la última vez que te lo pido. Si no vienes convertiré a tu hija en un pájaro, que se quejará eternamente en el bosque y será tan arisco que nadie podrá verla; pues el día en que sea vista, el maleficio acabará tornándola a ser humano".

Pero Nara, en vez de ir con él, comenzó a gritar a grandes voces: "¡Coranke!, ¡Coranke!". El cacique llegó inmediatamente, templó el arco y colocó la flecha enseguida, dispuesto a atravesar el corazón del Chullachaqui; pero este, desgraciadamente, había desaparecido en la espesura de la selva. Coranke y Nara corrieron hacia el lugar donde dormía su hijita pero encontraron la hamaca vacía. Desde el interior de la selva, escucharon por primera vez el lastimoso alarido: ¡Ay, ay, mama! que dió nombre al ave hechizada.

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